Después de dedicar más de 20 años a diferentes aspectos de la gestión y evaluación de la actividad científica percibo que los entornos regionales, nacionales e internacionales evolucionan de manera rápida.
En los años ´90 las políticas científicas regionales en España eran casi inexistentes. A nivel nacional, se empezaba a desarrollar el Plan nacional, la CICYT y la CNEAI. En Europa ya había un programa marco vigente para España desde que en 1988 se integró en la Comunidad Europea del momento.
Los investigadores que compartían su actividad con aspectos de gestión y evaluación científica eran auténticos pioneros. Me viene a la memoria el caso de Pere Pascual, físico teórico e impulsor de la CNEAI entre muchos otros, con quien tuve el placer de trabajar.
Cabe destacar que desde aquellos años hasta día de hoy la evolución en los diferentes aspectos de gestión y evaluación de la ciencia y la tecnología ha venido a ser casi una revolución. En todos los niveles geográficos se llevan a cabo políticas científicas que requieren de personal cualificado y experto. Año tras año se incorporan nuevos aspectos en la agenda con los que hay que lidiar para que nuestras instituciones puedan mantenerse actualizadas.
Así, en los últimos años hemos entrado de lleno entre otras cosas, en la ciencia abierta, en la ciencia sostenible, en la ciencia responsable, en la ciencia con impacto, etc.
¿Alguien se plantea por ejemplo no formar en gestión de datos de investigación a los doctorandos actuales? ¿Alguna institución no piensa en evaluar su impacto a la sociedad?
En consecuencia, cada vez es más necesario actualizarse si queremos tener ambición para jugar en la liga de campeones científica.
En este sentido, pretender que un investigador o un gestor de investigación beba de las fuentes adecuadas para ser competente en todo lo que es necesario resulta realmente complejo. Y es justamente ahí donde entra en juego el soporte externo que prestan algunas instituciones. En el caso de Galicia, el programa GESCI impulsado por la Xunta de Galicia en colaboración con Feuga surge para reforzar las capacidades de los responsables de instituciones de investigación, lo que a su vez hace de correa de transmisión para concienciar a sus equipos de las nuevas necesidades y dotar a sus centros de las herramientas requeridas en este escenario tan cambiante. Es una inversión de tiempo y esfuerzo pero que se ve recompensada por los resultados que se van generando, además de otros efectos positivos colaterales.
Seguramente es solo el comienzo de una manera estructurada y colectiva de hacer frente a los retos que las políticas científicas regionales, nacionales y europeas nos plantean año a año. La formación especializada impartida por expertos seleccionados se hace imprescindible y auguro que no dejará de crecer.